El cielo estaba rosa cuando llegué a la casa. No había dejado de llover en todo el día, y la noche se presentaba desapacible. Aun así, Helen insistió en que tomáramos una paella en el jardín. Cuando entré había varios grupos dispersos, hablando suavemente en una oscuridad que empezaba a hacerse cada vez más profunda. La iluminación era pobre, como es habitual en Filadelfia, así que solo pude ver retazos de los invitados. Después de presentarme brevemente a las artistas españolas, Helen me empujó hacia una mujer de mediana edad con aire de ama de casa, que me miró con una timidez cercana al miedo.

(Imagen tomada por Patricia Gómez y María Jesús González)

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